8. Panorama  

Publicado por Oliver Luk

Me encontraba atrapado en aquel cumpleaños, y por más que intentaba mentirme a mí mismo diciendo que podía estar todo bien, las cosas que me rodearon realmente me sacaron de quicio. Erica y su marido tuvieron una organización complicada, que dejó como saldo dos camionetas rotas sin ninguna explicación. Simplemente hoy quisieron dejar de funcionar. Marcelo estaba más furioso aún, porque su moto se había pinchado por tercera vez... en menos de 24 horas. Vanesa, que había llevado a su pequeño hijo, tuvo una casi divorcio con su marido porque llegó a las 8 de la mañana a casa, no fue a trabajar y ella le pidió que se fuera, y como si todo el dolor de la situación no fuera suficiente, su organismo quiso que tuviera su periodo... en la fiesta y sin previo aviso. Me pidió que la llevara hasta su casa, que dicho sea de paso queda literalmente en la otra punta de la ciudad, para que lleguemos y descubra que no había llevado la llave. Y por si toda esta miseria humana no fuera suficiente, Ana puso una mala cara al descubrir que nosotros justo llegamos en el momento en que Tobías se había ido a trabajar, por lo que ni siquiera pudieron saludarse. Eso, realmente, me molestó.

Ahí estaba yo, creyendo que la relación entre Ana y Tobías no iba a afectarme en lo más mínimo, y ahí estaba la realidad. Con una Ana, siempre alegre y sabia, ahora convertida en una dependiente. Ya no era más mi amiga, ahora era la novia de él. Esa era una etiqueta que pensé que sólo debía debíamos enfrentar socialmente, no entre nuestros verdaderos lazos.

Pero el golpe de gracia, sin dudas, se lo terminó de llevar Marcelo.

Venía de ir a retirar su moto después de llevarla al taller, y tal vez insultar a los mecánicos, cuando pasó por detrás mío y me dio un par de golpes. Lo insulté a los gritos, delante de todas las criaturas. Unos minutos más tarde, regresó y me pegó de nuevo.

- ¿No hay otra persona que quieras ir a golpear? - pregunté, de forma simpática.

- Es que quiero pegarte a ti, mientras todavía puedo hacerlo - respondió.

Me di la sensación de que le hablaba a una persona que se estaba por morir. O como una persona que estaba a punto de hacerlo. Fue un diálogo triste, un comentario desafortunado, pero lo que más me dolió es que Marcelo se dio cuenta que estoy marchándome. Tal vez Tobías también, de una forma mágica y rebuscada, esta vez se había dado cuenta que las cosas cambiaron, y que no fue culpa de nadie. Sólo tenía que pasar.

El chiste de los tres mosqueteros ya no era el mismo. Dos de ellos, inconscientemente, ya estaban enfrentados y el tercero no podía continuar inmune a eso.

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