44. Malestar  

Publicado por Oliver Luk


Una vez entregada la gigantografía y que ese entusiasmo descendió, llegó la hora de enfrentar lo que quise evitar concentrándome en el diseño de una imagen: lo que Tobías debía enterarse con referencia a Ana.

Sabía que una parte mía tenía la obligación moral de decírselo, por más que no me agradaba quedar pegado en el medio. Era algo que, si era por mí, me parecía un proceso en el cual Tobías tenía que vivir la experiencia y chocar la cabeza contra la pared él solo.

El problema fue que reconozco que Tobías, en mi lugar, me hubiera advertido. No para modificar mi opinión y mantenerme a la defensiva, sino para que yo sea consciente del juego que estaba jugando y cuáles verdaderamente eran las reglas. Así que no podía dejarlo seguir a ciegas, sin ninguna pista sobre lo que sucedía con Ana.

Con respecto a esa situación, yo no sabía cómo sentirme sobre el tema. Por un lado, estaba molesto con la chica por venir a jugar a averiguar cuáles eran sus sentimientos y que la víctima directa sea Tobías. Podría haberse metido con cualquiera, pero con él no. Me preocupaba, además, lo mal que quedaría la imagen de ella ante la sociedad grupal, ante nuestro nido de víboras. Visto desde ese punto, fue un movimiento increíblemente estúpido el de ambos. Yo no iba a poder defender lo indefendible. Si, después de todo, realmente fue culpa de ella.

Eso también me molestó. Haber sido tan ciego. Haber confiado tanto en Ana que todas mis sospechas eternamente recayeron sobre él. Mi peligro de fe sobre el muchacho se hizo tan gigantezco, que me di cuenta que jamás vi quién era realmente el lado flaco de la historia. Quién era la persona que mas podía dañar a la otra.

Y por último, lo que más me molestaba, es que otra vez nos adentrábamos en un camino lleno de infelicidad. Y actualmente necesitaba que Tobías fuera feliz. Una parte de mí solicitaba a gritos que, como me dijo Marcelo en su brote de locura, Tobías "no me necesitara más". Me iba a doler, iba a reaccionar mal, iba a pasar noches y días sumido en agonía inmesa. Pero iba a sobrevivir, de pie, sabiendo que mi sobrevaloración se había convertido en uno más del montón.

Cuando Tobías comenzó algo con Susana, supe que era lo correcto, lo que le hacía bien, lo que conseguía sacarlo un poco de su encierro en el que él mismo se conservaba a diario. Pero también pensé que Ana era mucho mejor que todas las ofertas juntas que pudiera tener. Que iba a hacerlo verdaderamente feliz.

Ahora sólo quiero tenerla enfrente y arrancarle los dientes, porque realmente no puede ser tan estúpida.

Esa mañana supe que tenía que dar el brazo a torcer en contra de mis principios y hacer valer más mi lealtad hacia su persona.

Fui a su trabajo, en una pequeña escapada del mío y le dije que quería hablar con él.

- Esta siesta - dijo.

Y así sería.

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