Todo el año tuve pequeños momentos incómodos, generalmente patrocinados por pequeñas mentiras que dije en algún momento y que de una forma rebuscada se volvían en mi contra siempre.

Belén y Magalí eran muy amigas de Marcelo, quien después de estar un par de días refugiado en el misterio, decidió regresar a la luz de la sociedad. Así que nos encontramos en la casa de Tobías, y mientras jugábamos al juego de la palmera y los monos que le había regalado a la sobrina de éste por Navidad, Agustina tuvo la despreciable idea de entablecer una charla conmigo.

- Le estaba contando a Marcelo lo que me dijiste la vez pasada - me dijo Belén, riéndose. - Sobre mi triángulo amoroso entre él y Andrés.

Recordé ese momento y mi corazón dio un vuelco. Fue una conversación de hace unas semanas atrás. La cosa fue simple: yo pensaba que sentía algo por Tobías, así que para evitar ese conflicto y no arruinar mi relación con él, decidí volver a hablar con Rodrigo, pese a que me hacía peor. Pero para preguntarle a la gente que opinaba, le exponía ese mismo conflicto y, sorprendentemente, la mayoría volvía a hablar con Rodrigo. Rodrigo, equivalente para el caso de Belén, era Andrés.

Me reí con Belén esperando que el comentario no pase a mayores, porque sospechaba que Tobías podría llegar a darse cuenta de algo. Pero ella siguió.

- Me preguntaste si yo estuviera enamorada de mi mejor amigo y si, para no decírselo, prefería volver con mi ex.

Ahí podríamos decir que me sentenció a muerte.

No sé si Tobías logró darse cuenta de esto, pero encontraré la forma de remarla si es que me llega a preguntar. Tampoco es que le di muchas vueltas al tema, porque si fuera que él nunca me hubiera hecho nada, mi vida estaría carcomiéndose de culpa y dolor. Sin embargo, las cosas siguen tempestuosas entre nosotros. Algo opacadas por las vacaciones y las salidas generales, pero llegará un momento donde todos tengamos que volver a la realidad.

Mientras tanto, sigamos la vida sin dramas. Ya habrá tiempo para preocuparse por el futuro.